jueves, 20 de enero de 2011

- indescriptible -

Un amanecer gris. Que cuesta. Una mirada fugaz al mundo, y de nuevo, al vicio de los ojos cerrados. De la imaginación volando.
Un tren. Pies caminando. Tus pies. Y los míos también. Manos ruborizadas. Ojos sorprendidos. Una tímida voz al final.
Panorámica del lugar. Muchas personas. Que nos miran. Que pasan a nuestro lado. Sonidos que entorpecen mis palabras. Piedras en el camino. Agujas en la piel. Silencio de palabras. Incomodidad. Empiezo a temer que, siendo la primera, sea la última vez que te vea. Miedo. Te veo de reojo. Stop! Una esquina concurrida. Autos. Ruidos. Me mirás. Miro el piso. El cielo. Un cartel. Rojo. Cruzamos. Una charla extraña se retoma.
De pronto. Un parque. El sol brilla más. Sugerencia de tu parte. Sentados bajo un árbol. Prendo un cigarrillo. Mirás para otro lado. Sonreís. Comentarios.
La tarde se resume a minutos. A segundos. No puedo creer realmente que el tiempo haya corrido una maratón precisamente ese día.
Mismo escenario del comienzo. Atardecer gris. Mirada fugaz alrededor. Ojos cerrados. Rogando que no te vayas. No quiero que te vayas. Por favor. Fuerza. Lágrimas secas.
Te veo, ahí arriba. Más distante que nunca. Más lejos que antes. Sonreís amargamente. Levantás tu mano. Movés los dedos. Te vas.
Te sigo hasta que no te veo más.
Y dentro de mí, surgen miles de dudas. ¿Sos real?

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