sábado, 24 de noviembre de 2012

Donnez-moi la vie

Buenos Aires te despertaste gris. Y con tus esperanzas de zambullirte en cada vida, te has metido en la mía.

Buenos Aires siempre te deseé. Y te miro y no hay nada mejor.

Antes, cuando apenas podía tocar tu esencia muy poco, irregularmente, te veía tan lejana y tan poderosa. Temía que me comieras, como embaucaste tantas historias.

Buenos Aires, sacás el aliento. Y porque más que entre bocanada y bocanada de aire, me renuevo, me quitás, asfixiando mis fantasías, todo el deseo de vivir contigo.
Buenos Aires, retenés amores imposibles. Amores lejanos. Retenés infidelidades, no las contás, te las guardás como un confidente cómplice de muchas maldades humanas.

Buenos Aires dame algo, dame una razón para no quererte, dame alivio de penas, dame realidad. No permitas que te sueñe tanto, dame realidad. Dame vida.

sábado, 5 de mayo de 2012

Verónica y su primera vez


     Con la mirada perdida, Verónica, recostada sobre el piso y sus piernas estiradas y apoyadas sobre la silla, miraba el collage de su pared. En realidad, está mirando el sueño que tuvo la noche pasada. Eran cerca de las cinco de la tarde y todavía tenía la sensación de culpa como si hubiera sido real. La misma que tenía apenas se había despertado. Sin embargo, intentó cerrar los ojos y volver al sueño pero ya era demasiado tarde. Su inconsciente no iba a volver a retratar esas imágenes tan perfectas.
     Pensaba en la magia de los sueños pero no en un sentido cursi. Le estaba reflejando lo mucho que le faltaba. Lo mucho que necesitaba y que fantaseó que con ese chico del sueño, lograría llenar.
     Sin embargo, era todo bastante oscuro, triste, violento. Como es su vida cotidiana, llena de peleas y llantos atragantados por el hartazgo de llorar.
     Mientras pensaba, escuchó el inicio de una nueva discusión en el hall de su casa y la sacó del sueño. De ese mismo modo había sido despertada varias horas atrás, a los gritos.
     Se levantó con cierta dificultad, como si todos sus huesos pesaran el triple y se sentó en la cama. Miraba el suelo como si su mente por unos minutos se hubiera trabado. No escuchó ni miró nada durante ese lapso. Sólo tenía esa sensación de estar desnuda en una cama ajena, nueva, en una noche de llovizna molesta y humedad. Que su espalda y cuello al descubierto, percibían cierto frío, hasta que suaves labios rozaban y besaban la piel. Dos simples besos. Y se alejaba. Ella sabía quién era. No fue de esos sueños que aparecen personas que creés no conocer. Sabía perfectamente quién era y no paraba de suspirar cada vez que pensaba en esos dos besos en el cuello descubierto.
    También sabía que la explicación de su desnudez nada tenía que ver con haberse acostado con ese muchacho, sino que su ropa mojada por la lluvia se secaba en algún lugar que el inconsciente prefirió no darle importancia. Él sólo se había cambiado de ropa porque continuaba vestido. Estaba cocinando, o ella creyó eso.
     Se sentía totalmente culpable aunque no hubiera hecho nada. Su cabeza estaba pensando en otra persona que no era su actual pareja, con quien no tenía problema en absoluto, pero a quien le exigía ser menos frío y más afectuoso, sin lograr ningún tipo de cambio.
     El significado de esos dos besos se lo otorgaba a la necesidad de afecto de Verónica. No recordaba la última vez que alguien la había abrazado por abrazar, por el simple hecho de demostrar cariño. Esos abrazos en medio de una conversación, en medio de un silencio, largos y hasta a veces un poco incómodos para ella por su falta de costumbre al cariño.
     Ella es cariñosa con todos. O eso cree. Pero piensa que se ha ido apagando con el paso del tiempo. Piensa que el afecto es algo vergonzoso, como cuando uno es chico y tímido y te llenan de mimos o te piden besos. Así.
     Pero suspiraba y lloraba en silencio pensando en esa escena. El resto del sueño que recuerda era feo y no le había significado nada. Enseguida, pensó en que debería contarle al protagonista y la detuvo darse cuenta que apenas se conocían y además, no tenían ningún tipo de contacto más que el cara a cara una vez por semana en la clase de alemán particular. Era imposible hasta imaginar que se verían en la puerta, como siempre, se saludarían entre sonrisas amables. Ella miraría su boca con cierta tentación reprimida y él hablaría sobre alguna ocasión de su fin de semana o comentaría sobre alguna película o libro que, indefectiblemente, Verónica no conocía. No podía ver que en ese momento, ella lo podría interrumpir y le diría que había soñado que él besaba su cuello desnudo, que estaba desnuda en lo que aparentaba ser su cama una noche de lluvia innecesaria y que él había sido, en su sueño, la persona más sensual que había protagonizado la escena más erótica de su vida aún siendo un sueño y aún sabiendo ambos de la relación ya pasada de moda de Verónica.
     ¿Qué es lo que tenía que hacer? Se preguntaba una y otra vez. No quería olvidar nunca ese sueño, ni tampoco quería analizarlo demasiado, ni contárselo a nadie. ¿Qué haría?
Se puso de pie y caminó hasta la cocina en busca de té. Y en el camino decidió que, pasara lo que pasara, fuera al día siguiente o pasado un año, se lo contaría. Y le diría la controversia que le había generado, así como también el placer de sentirse linda, de sentir otra piel y de haber tenido, por primera vez, una aventura, que por más irreal que fuera, la había despertado de su sueño de amor adolescente.