martes, 7 de enero de 2014

Reptiles

Me embriagué de un veneno espeso y verde, que sólo ese reptil posee. Es único en la naturaleza animal. Y como todo lo que es especial, puede extinguirse.
Es un veneno mortal sólo en gran cantidad. El reptil me mordió, pero supo limitarse. Podía matarme. Aunque ahora estoy agonizando, aunque el dolor sea dulce, y sepa que ésta no es mi hora, lo busco en todo lugar, a toda hora, esperando ver sus ojos rojizos de tanto penetrar almas.
Su piel escamosa, tibia y suave, dejó marcas en mi historia.

El veneno está por doquier, como un hechizo efectivo, que ha hecho de mí, su presa más fiel.
  
Sueño con sus fauces abriéndose para devorarme, sus afilados dientes despedazando mi carne, saciando su sed con cada gota de mi sangre.
Víctima…

Sus ojos congelan. Es casi imposible clavar la mirada sobre la suya, porque inevitablemente te traspasa, llega a lo más profundo. Ve cosas que nadie más, las plasma en su mente y las modifica. Crea su propio ritual, es su arte.
El veneno ya casi consumido, me indica que necesito más. Ahora la espera fría, tan helada que seca la piel y la abre en mil cortes.
El veneno me envuelve. Dejo de existir.

Me enciende.