Cuando ya no tenga que ver estas cuatro paredes
impregnadas de dolor, de recuerdos y llantos, cuando tenga más motivos para
irme que para quedarme, cuando mi cuerpo ya no tolere el letargo de estar en un
sendero empantanado del que no se puede salir sino se hacen sacrificios y
mucha, mucha fuerza, ese día, no sabrás más de mí.
Cuando finalmente no extrañe más este lugar y
decida apropiarme de uno mejor; cuando sostenga firme mi cabeza y no existan
más suplicios ni tormentos, donde no defraude a nadie, donde nadie me haga
promesas vacías, donde exista una persona, y nadie más que esa, que se dedique
a mí, que me sepa preservar, donde no deba nada… Ese lugar será mío. Será una
mínima parte de lo que soñé alguna vez, pero tendrá mi marca personal, será mi
nido. Y si me sintiera desprotegida, podría llenarlo de lo que quisiera, sin
cobardía, ni recelo, ni desasosiego, porque podré hacer con él lo que ni
siquiera la gente piensa que puedo ser capaz.
El día que me vaya seré realmente yo. Allí,
donde nadie me juzga, donde estoy, pero me esquivan, donde comentan que mi
presencia es tan fuerte que no pueden mirarme a los ojos. Porque temen que así
vea lo débiles que son. No existirán horarios, ni reclamos agotadores, ni
alarmas que interrumpan mi imaginación, ni defectos que me jueguen en contra,
ni hendiduras que abran grietas en las mentes, ni la falta de valor para
decirle a una persona en especial, que todo lo que uno necesita, es estar más
cerca y tener, al menos, un camino trazado para saber si pisar bien el suelo
que transitamos.
No me van a
extrañar. Ni yo a ellos. Decidiré sin preámbulos quién me acompañará. Si
te extiendo mi mano, tendrás que pensarlo bien, porque podría no haber vuelta
atrás. Es ahora. Es el lugar. Cuando esté en paz, revolcándome en mi propio
fango, divirtiéndome en mi propia fiesta, te invitaré.
Y si prefieres quedarte dónde estás, te
sonreiré, ¡viva la vie! nos veremos en otra dimensión, pero no
temas por mí, que seguramente voy a ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario