martes, 23 de agosto de 2011

Vacío


¿Tuviste alguna vez esa sensación de que la vida se acorta a unos segundos? ¿Que no es suficiente? Pienso todo el tiempo que podría estar construyendo escaleras infinitas para forjar mi futuro y, sin embargo, invierto mi tiempo me asustarme de mí misma, de mi persona futura. ¿Qué es lo que voy hacer? ¿Qué seré, cómo seré? ¿Voy a cumplir las promesas irrefutables de no ser como mis padres y mis profesores? ¿Voy a tener ese departamento pequeño lleno de colores y vida como siempre quise? o ¿seré un número más del conglomerado de personas que corren por las calles de las ciudades a las que no les creo un destino fijo? Siempre andan corriendo. A ningún lugar. Y cuando uno los mira, sus ojos no reflejan nada. Miran hacia adelante, como si no existiera nada más que sus propias narices. Y sus maletas. Y carteras. Y niños colgando del brazo que lloran y ansían ser atendidos, mientras que madres intolerantes gritan y angustian sus corazones con plegarias silenciosas.
¡Qué patético mundo! ¿Seré yo solamente que sueño tener una vida como en las películas? Viviendo en un pueblo olvidado, donde existe la bondad y la amabilidad; donde es fácil mezclar el sonido leve de una estación de radio con el canto de los gorriones; donde los rayos de sol son anaranjados y no parecen ser calurosos, ni parece hacer frío. Son tibios. Y las noches son tibias también. Y al llegar a casa, hay sonrisas que esperan. Sonrisas de amigos, de amores. De una familia fuera de lo común. Es que… no puedo escribir con tanto ruido. ¡Ma! Ya voy. De un lugar donde se ve donde se posa el sol… Genial, perdí el hilo…
¿Me pasará solamente a mí que entra un vacío a mi cuerpo con pensar que mi vida se apaga lentamente? ¿Que mañana despertaré y habré envejecido y las arrugas marcarán mi piel, la cortarán, ocultando detrás años duros y heridas por siempre abiertas? ¡Estoy ocupada! Mientras estoy sentada aquí, esa imagen se vuelve intensa… No, no vengas aquí por favor… no quiero escucharte… Dios, no la traigas aquí… Y el dolor de haber nacido en un siglo en el que nada me pertenece, en el que no existe un sitio al que yo pertenezco, en el que no quiero morir día tras día siguiendo órdenes de alguien superior para poder subsistir… ¡Estoy ocupada, sal de aquí! ¡No toques nada, por favor! Dejame… No quiero estar día tras día en mi vida obedeciendo las disposiciones caprichosas de alguien que también tiene una sola oportunidad de nacer. ¡Yo tengo una sola vida! ¡Al igual que ustedes! Y no la voy a desperdiciar acatando ocurrencias miedosas sobre el exterior. Quiero salir y ser libre y tener… ¡Basta! ¡No grites más! ¡Me lastimas! ¡Por favor, basta! ¡Basta! … ¡Dejame en paz! ¡No me lastimes!  

Quisiera decir que quiero vivir en un mundo más justo, donde no existan desigualdades, pero a cambio de eso, pido que no sea al gato a quien tratan mejor que a mí, que me dejen soñar sin ataduras; no asfixien mi vuelo cuando he tomado las fuerzas para despegar, podría ser fatal. Lo ha sido antes. Y pude recuperarme.
Pero las penas sanan de a poco. Algunas quedan intactas como han sido provocadas. No sé si tenga la firmeza y el vigor que otras tantas veces tuve para resurgir y volver a consolidarme para continuar luchando. No tendré la fortaleza suficiente, siquiera, para suspirar de congoja, para respirar fuerte y contar hacia atrás.
Cinco, cuatro, tres, dos. Uno.
Cero… Vacío.
No me veo lejos de aquí. Me veo inmóvil, unos milímetros por sobre el suelo. Flotando sobre mi propio eje; seca de valor, seca de esfuerzo.
Me secaron, me hartaron, me arrancaron de raíz, me marchitaron. Ganaron.
Como ganan injustamente las guerras frente a los pedidos de amor. Como vence, sin razón coherente, la violencia frente a las sonrisas benévolas.
Ganaron.

1 comentario:

  1. Un poco tajante y taxativo pero me gusta.
    baci (ya tendre un URL)

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